Me acuesto, cierro los ojos y no sé que me pasa
pero a mi mente, sin poder evitarlo, le da por trasladarse al pasado, al pasado
muy pasado, cuando todo marchaba bien, sin complicaciones, sin nada que
aterrarme, cuando todo fluía, sin una razón por la que dejar de sonreír. A ese
momento, al momento tan esperado, al momento que nunca olvidaré, al momento que
me hizo saber quién era, y al momento que me hizo sentir como mi corazón podía
latir por alguien sin ser yo. Por alguien, por ese alguien que cambió mi vida,
y la cambió para bien, por ese alguien que hoy no está y hay noches que
no puedo evitar acordarme y derrumbarme. A pesar de todo, me derrumbo. Tengo
motivos suficientes para hacerlo, para derrumbarme y pasarme la noche soñando
con que nada a partir de ese momento cambiaría, nada absolutamente nada. Porque
sé que eso es lo que lo que hubiésemos querido, las dos, que nada hubiese
cambiado.
A pesar del tiempo, de los segundos, de los
minutos, de las horas, de los días, de los meses, y de los casi años, aun te
recuerdo, no lo olvides, por favor, no olvides aquello que aquel día te dije.
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