lunes, 22 de abril de 2013

Recuerdo perfectamente el día.

Recuerdo perfectamente el día en que tu alma se dejó de reflejar en tu mirada, el día en que empecé a echarte de menos.

Recuerdo perfectamente el día en que tu piel dejó de ser la seda ansiosa de mis caricias, el día en que tus manos prefirieron quedarse como puños bajo las sábanas, y no bajo mi ropa.

Recuerdo perfectamente el día en que tus labios se convirtieron en escarcha frente a los míos, el día en que tu risa dejó de conquistarme en las mañanas.

Recuerdo perfectamente el día en que tu olor dejó de quedarse impregnado en mi piel, el día en que mi garganta a voz de grito rogaba tu regreso.

Recuerdo perfectamente el día en que tus promesas quedaron inclumplidas, el día en que mi alma se convirtió en pequeños y delicados cristales rotos.

Recuerdo perfectamente el día en que las verdades mejor hubiesen sido dichas, el día en que los engaños mejor no hubiesen sido callados.

Recuerdo perfectamente el día en que te miré a los ojos y descubrí miles de respuestas ocultas, infinitas locuras calladas, el día en que con una mirada conseguiste hacer trizas mi corazón.

Recuerdo perfectamente el día en que ese corazón latía solamente por y para tí...

miércoles, 17 de abril de 2013

Hazte visible, y sigamos avanzando

La sociedad poco a poco está cambiando, estamos haciendo que cambie, pero aún nos queda... y para rato. Viene de muchísimos años atrás, tantos como toda la vida, en lo que se ha pensando que la homosexualidad es algo anormal, e incluso una enfermedad contagiosa.

La madrugada del 28 de junio de 1969, marcó un antes y un despues en la vida de la mayoría de las personas del colectivo LGTB (Lesbianas, gays, transexuales y bisexuales). Y ésto fue gracias a un grupo de personas homosexuales que se manifestaron espontáneamente contra una redada policial, en el pub conocido como el Stonewall Inn del barrio neoyorquino de Greenwich Village. Cansados de ser perseguidos, arrestados, golpeados y tratados como una infección para la sociedad, decidieron decir basta, alzar la voz, levantar los brazos, y demostrar que las personas homosexuales podían insertarse en la sociedad. A ésto se le conoce hoy en día como los Disturbios de Stonewall.

Y así fue. A partir de estas manifestaciones a final de la década de los 60, cada vez eran más los homosexuales que se unían al colectivo, para luchar por la igualdad y el respeto, una lucha que a día de hoy, aunque se ha avanzado bastante, aún está activa. Hoy día se celebran actos del Orgullo Gay anualmente por todo el mundo a finales de junio, para recordar los disturbios de Stonewall.

Para hablar de lo que quiero hablaros tenía que hacer mención a ésto que os he contado, cosa que yo desconocía hasta hace poco, y que estoy segura que muchos de ustedes tampoco habían oido hablar de ello. 

Hace tan solo unos meses no me hubiera parado a escribir lo que estoy escribiendo ahora, ni si quiera a pensarlo. Sí, soy lesbiana, pero nunca me había interesado por la historía y la actualidad del colectivo LGTB. Cosa que está cambiando en mí. Y ¿por qué? Sencillo. Porque te vas dando cuenta de que aún hay personas que nos miran como si fuésemos bichos raros, porque por desgracia, aún hay muchísimas personas homosexuales metidas en el armario, frustadas por el miedo, miedo al rechazo, miedo al qué dirán, miedo al desprecio... y en definitiva, miedo a todo lo que nos rodea, ese miedo que nos tienen metido en el cuerpo y en la mente nuestra propia sociedad. Porque aún hay homofobia por cada rincón, aunque no se vea a simple vista. Porque donde menos te puedes imaginar hay personas escondidas pasándolo realmente mal sin motivo alguno, solo por amar de una manera tan normal.

Está claro que el motivo de esta frustación es la sociedad. La sociedad aún no está acostumbrada a ver una pareja de dos mujeres o dos hombres de la mano paseando por la calle. Y si ésto ocurre, por lo general, se sienten observados. Y ésto es triste, realmente triste. Es algo que hay que cambiar, y tenemos que cambiarlo entre todos. Un gran paso a este cambio sería la visibilidad. "No te doy la mano, que nos pueden ver", "No me des un beso, que hay personas mayores", he sido testigo de éstas frases, y sé que muchos de ustedes también. Y digo yo, ¿Qué pasa si nos ven? ¿Y qué pasa que haya personas mayores? No estamos haciendo nada malo. Esa pareja lo hace, ¿porqué nosotros no, si somos iguales? Amamos en la misma condición, nos queremos igual, o incluso más. Tenemos que hacernos visible frente a todos, frente a cualquier tipo de personas. Que ese niño de 3 años que va de la mano de su madre por la calle nos vean y crezca con la imagen de cualquier pareja, ya sea heterosexual u homosexual, y que en su adolescencia, si es homosexual o bisexual no se sienta confundido, no crea que "algo va mal" y se refugie dentro de un armario, porque no es así, nada va mal. Que no le haga falta plantearse como abrir la puerta del armario, porque éstos, sencillamente no existan.

Nos queda, y mucho, para llegar a ésta situación. Para acabar con la homofobia y para que seamos integrados completamente en la sociedad como cualquier persona heterosexual. Hemos ganado muchos derechos, pero eso no es todo. Un derecho o una ley no quita el ser observado o marginado. Un derecho o una ley no acaba con los pensamientos homófobos, culpables de tantas frustaciones y culpables de tantos suicidios. Y somos nosotros, solo nosotros, quienes podemos seguir cambiando esta situación.

Si estás fuera del armario, hazte visible, no mires al de al lado, y no te pares a pensar qué pensará. Besa a tu pareja, y hazlo donde sea, dónde te apetezca y cuando te apetezca. Y si estás dentro, no lo pienses más y sal. Lucha por quién eres, no dejes que ésta sociedad siga consumiéndote poco a poco y acabe con tus sueños y con tu derecho a ser feliz. 

Porque toda persona nacemos con nuestros derechos y no merecemos que nada ni nadie se ocupe de robárnoslo.

HAZTE VISIBLE Y LUCHA POR QUIEN ERES.

domingo, 7 de abril de 2013

"Te recojo a las 8, nena"


- Toma, ésto es para tí... ¿Haces algo ésta tarde?

- Si... he quedado... Bueno no, no tengo planes.

-¿Nos vemos?

-No hay nada que me apetezca más. Te aviso con la hora, yo te recojo.

Corrí hasta mi casa rebozando de felicidad y con una sonrisa infinita. No soltaba el móvil, esperando su mensaje o su llamada. 

A los pocos minutos sonó, ese "tililín" avisándome de un nuevo mensaje:

"Te recojo a las 8, nena"

¿Nena? ¿me había llamado nena? ¿Podría estar más feliz? Llevaba tanto tiempo esperando éste momento que corrí a contárselo a todos. No podía quedármelo para mí, necesitaba compartirlo con los míos. 

Un reloj viejo con las manillas relentizadas, cansadas de dar vueltas, así parecía el reloj de mi salón, del cual no despegaba mi vista esperando que fueran las 8. 

Lástima que nunca llegó. El reloj de algún modo me estaba avisando de que esa hora nunca iba a llegar. Y no se me ocurrió otra cosa que abrir los ojos y despertar. Despertar y darme cuenta de dónde y con quién está verdaderamente mi plena felicidad. Despertar con todas mis fuerzas y mis ganas puestas en luchar y en arriesgar. Porque ¿de qué sirve la vida si no arriesgamos? ¿Dónde podríamos llegar si nos quedamos así, tal cual, viendo como pasan por nuestro lado múltiples de oportunidades y las dejamos ir, sin ni siquiera intentarlo? Hoy me he despertado sin miedos, sin nada que me pare, sin barreras y con ganas, con muchas ganas de ser feliz, de apartar las piedras que me impiden avanzar y dejar atrás los tropiezos. 

Hoy sé que es lo que tengo que hacer, y tengo claro qué camino escoger.




martes, 2 de abril de 2013

mil palabras para contarte

Que curioso e irónico ¿no? mil palabras para contarte, yo te las cuento, tal como lo siento, tal como salen de mi, te abro mi corazón en cada una de ellas, y tú... tú ni sabes de la existencia de este lugar. Son como palabras lanzadas al viento, pero que caen y se quedan en algún lugar donde tú no llegas alcanzarlas. O quizás pasas por su lado pero sin apenas darte cuenta en qué dirección van. Y te buscan a tí, sólo a tí. 

Algún día he escrito sobre el miedo, otro sobre la inseguridad, otro sobre el arrepentimiento, en otro momento incluso me he atrevido a describir el odio, y en otros simplemente me he puesto a escribir sobre cualquier tema según mi estado de ánimo. Y si me pongo a pensarlo, descubro que tú estás justo en el centro de cada una de esas palabras. Que eres culpable de mis estados de ánimos, de mis subidas, de mis bajadas, de que un dia reboce de felicidad, y de que al siguiente esté perturbada por el miedo. Me siento como si estuviera aferrada a tí, como si fueras lo único que tengo, lo único que necesito y como si fueras mi único objetivo en la vida. Siento como si tuvieras la fuerza necesaria para poder invadir mis sentimientos y manejar mis capacidades, esas capacidades que ni yo misma soy capaz de controlar cuando tú estás. Siento como si no hubiera nada más, como si mi mundo encajara solamente en el espacio donde habita tu cuerpo, como si todo lo que llevo dentro necesitara vaciarlo en ti, como si mis manos me pesaran de aguantarse las caricias, como si tuviera mil palabras para decirte, mil palabras para contarte, y dos, sólo dos para susurrártelas al oido.