lunes, 4 de enero de 2016

Mis flores

Yo no pertenezco a ningún grupo de amigos.
Hace años sí.
Tenia un grupo de amigos y amigas, pequeño, pero estábamos muy unidos.
Salíamos y entrábamos.
No recuerdo grandes fiestas con ellos, pero sí charlas.
Muchas charlas.
Y bailes.
Y cantes.
Y risas, muchas risas.
Compartíamos los días de sol y los días de lluvia.
Las lágrimas y los abrazos.
Poníamos siempre una banda sonora a cada momento.
Y la bailábamos a cámara lenta para que nunca acabara.
Hacíamos nuestra fiesta particular en cualquier esquina, en cualquier banco.
Que bonita la gente que te sonrieron un día.
Y formaron parte de tu vida.
Porque todo el mundo, absolutamente todo el mundo que pasa por tu vida te hace aprender, madurar y crecer.
Pero todas las flores, por muy bonitas que sean, algún día también se marchitan.
Yo tenía mi jardín particular.
Pero todas sus flores un día se marchitaron.
Y no por falta de agua.
Sino tal vez por regarlas demasiado.
Por dar más de lo necesario.
La ayuda a veces sobra.
No se puede ayudar a quien no quiere recibir ayuda, aunque la necesite.
Yo lo aprendí en ese momento.
La certeza de saber que puedes perderlo todo, y arriesgas lo que tienes solo por querer ayudar más, y más.
Qué es la amistad.
Esa pregunta rondó por mi cabeza meses.
Años.
Qué es la amistad.
Quizás la amistad era confiar plenamente uno en el otro.
Y yo, quizás, no había conocido eso nunca, porque no confiaron en mí.
La amistad era tal vez la no confianza plena y saber pedir perdón justo en el momento antes de que el frío queme.
Tarde.
Eso fue, tarde.
Y no por falta de ganas.
Siempre me gusta perdonar. Y siempre suelo hacerlo.
Pero no siempre perdonar es olvidar.
Cuando te hacen daño mucho mucho que sientes la traición y la soledad en la propia piel, es difícil olvidar.
Y todo se vuelve extraño.
Incluso las personas.
Aunque te pidan perdón.
Se vuelven desconocidas.
Y te duele no sólo haberlas perdido. Sino el hecho de que te dejen dentro un vacío haciéndote eco cada vez que intentas volver a confiar de nuevo en nuevas personas.
Te hace eco.
Te lo vuelve a repetir.
Eco.
Mil veces si hace falta.
Eco.
Y vienen gente nueva a sembrarte nuevas flores.
Eco.
Pero nunca llegan a florecer.
Siempre elijo seguir regándome a mí misma.
Lo justo y necesario.
Para que sean mis flores las que florezcan.
Y que sean mis raíces las que no se pudran.