jueves, 11 de septiembre de 2014

Un mundo lleno de antifaces



No es fácil quitarse un disfraz que te viene acompañando y protegiendo desde el principio de tu vida, no es fácil, creedme. Quitarte ese disfraz te produce miedo, mucho miedo. Miedo a la decepción, miedo al rechazo social, miedo a las miradas, miedo a quedarte solo, miedo a tanto que prefieres caminar por la vida con ese antifaz que preserva tu rostro y a la vez tus sentimientos, pensamientos, ideologías, y completamente tu vida. Prácticamente prefieres vivir una vida que realmente no es tu vida pero así siendo respetado, antes que vivir tu vida y por ello cargar con los sinfines de desprecios por parte de la sociedad en general. Es como mirar al futuro con lupa y verlo todo a lo grande, aumentado, y eso asusta. Y es que como seres sociales y sociables que somos, tenemos miedo a la soledad, miedo a decepcionar quizás, a la persona más importante de nuestra vida, miedo a perder nuestro entorno. 

Actualmente hay miles y miles de personas que cargan con este miedo a sus espaldas, que viven una vida ocultando su identidad, algunas por miedo al qué dirán o al rechazo, y otras pues simplemente porque en su país es ilegal y te condenan a muerte o te encierran en la cárcel como si hubieses cometido un crimen. Y es que actualmente ser homosexual es ilegal en más de 80 países, es triste ¿no creen? Demasiado triste que por el simple hecho de sentir y amar de una forma diferente y a la vez tan normal, pierdas todos tus derechos como persona y tengas que vivir constantemente con ese temor. Realmente me parece desconsolador que el mundo haya llegado a una situación que sea tan difícil de cambiar, que la gente sea incapaz de abrir la mente y se empiece a respetar y a aceptar como normal no solo lo común, sino también lo que no se ve a diario o en tu alrededor.

Dicen que estamos en época de cambios, y en parte es verdad. A fecha de hoy podemos decir que muchos países están legalizando el matrimonio entre personas del mismo sexo, y se (nos) está dando el derecho a vivir y compartir una vida con la persona que amamos al igual que lo hace cualquier persona que decide compartir su vida con una persona del sexo opuesto al suyo. Eso es algo importante, pero a la vez se queda pequeño en comparación con lo que queda aún por avanzar. Cómo por ejemplo, el tema de las etiquetas. La gran mayoría de la gente cuando ven a dos personas del mismo sexo de la mano por la calle lo primero que piensan es que son homosexuales, lo piensan, les llama la atención, la vista se les va hacia esas personas inevitablemente, y hasta te puede parecer ilógico no pensarlo, pero ¿te has parado a pensar lo que pueden sentir esas dos personas? No es fácil, no es fácil ir con tu pareja por la calle y que la gente te miren, observen, comenten… haciendo esto hacerte sentir diferente. Y si te paras a pensarlo, hasta es "normal" que pase, porque esto es como la pescadilla que se muerde la cola. Si la gente sigue con el miedo a “salir del armario” (que esto no es más que mostrar su amor en público al igual que lo hace cualquier persona heterosexual), no hay visibilidad; la sociedad no lo ve, por lo que si la sociedad no lo ve lo convierte automáticamente en algo anormal, diferente, raro, algo a lo que señalar con el dedo. Es ahí donde se le da tanta importancia al tema de la visibilidad. Que no se trata de ir con un letrero en la frente que diga “soy gay” o “soy lesbiana”, porque ahí ya entraríamos en temas de etiquetas, y no se trata de etiquetar, se trata de hacer lo que te apetezca, donde te apetezca y con quien te apetezca, sin miedo a lo que pueda pensar los demás, que la visibilidad se basa, por ejemplo, en el simple hecho de darle un beso a tu pareja en la calle o ir de la mano, que el primer día y el segundo te sentirás observado u observada, te dolerá las miradas, los comentarios, etc., pero el tercero te empezarás a dar cuenta que ese es el paso más importante para que esas miradas la próxima vez que vean una situación parecida le resultará un poco más común y por lo tanto más normal y que está en nuestras manos el comienzo del cambio y de abrir las mentes.


Yo escribo esto por y para todas esas personas que viven una doble vida, que se quedan para su interior algo tan bonito como es amar, que viven y reviven el miedo cada día por culpa de unos padres que no saben que sus hijos están comidos por el temor a su homofobia, por todos esos niños y niñas y adolescentes que sufren rechazos homófobos cada día en el colegio y cada mañana se despiertan con terror en los ojos, por todas esas personas que fueron víctimas de la homofobia y decidieron huir de esto quitándose la vida por no ver otra escapatoria.

Yo escribo esto porque me repatea que la gente diga que lo aceptan, que cada uno es libre, pero a la hora de la verdad los comentarios y las miradas sigan ahí.  Y es que no solo se trata de aceptar, se trata de que a nadie se le quite el derecho a amar sin miedos. Y se trata de que todos empecemos a aplicarle a la vida esa palabra de la que tanto se habla, pero pocas veces está presente. Respeto.

Y es que se ve claro que esta sociedad en la que vivimos necesita un choque, necesita ver, necesita experimentar un cambio, necesita olvidar la palabra normal y la palabra diferente, porque todos tenemos diferencias que son las que nos hacen ser únicos y a la vez iguales.

Yo esta vez escribo por un mundo libre, sin miedos, por un mundo a la vista sin homofobia.

Yo esta vez escribo por un mundo sin antifaces que hoy guardan lo que tantas miradas quieren gritar. 

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Quiero creer que estás para mí.



Quiero tender mi mano hacia ti, 
olvidarme de la realidad y pensar que se puede. 
Quiero que mi instinto te atrape, te provoque 
y comience a desnudarte el alma. 
Quiero tender mis dedos, 
que me acerques tu mano y que ahí 
se pare el tiempo 
para disfrutar de la magia, 
del escalofrío, del sentir querer, 
de la ansiedad por descubrir. 
Quiero olvidarme que existe el miedo, 
que existe el tiempo, el espacio, 
y que nada nos separa. 
Quiero que seas mi huella, 
mi puerta abierta, 
mi tesón, 
mi fuerza, 
mi inquietud y a la vez mi tranquilidad. 
Quiero que mi conciencia no deje nunca de engañarme,
quiero creer que estás para mí.

viernes, 5 de septiembre de 2014

Personas de un hola y adiós



Cuando la inspiración me llama empiezo a preocuparme, o incluso más cuando salgo a la calle buscando encontrarme con una mirada. Es difícil de entender la mayoría de las veces por qué se repite de nuevo la misma historia, por qué no somos capaces de aprender la lección de ayer. Y es que nuestra cabeza está a tantos kilómetros de nuestro corazón que apenas son capaces de tomar una decisión entre ambos. Nuestra cabeza aprende las lecciones, e intenta enseñárselas al corazón, pero éste con tantas lecciones a distancia termina confuso y perdiéndose. Y es que, ¿cuántas veces se han cruzado por mi vida personas que no son nadie y lo terminan siendo todo? Personas de un hola y adiós que terminan siendo parte de un pasado sin recuerdos, sin un olor que defina lo que te hizo sentir. Personas de paso, de roces sin a conciencia, de sonrisas inocentes que no buscan nada y acaban siendo cómplices de un sueño, de silueta puesta a contraluz donde apenas puede apreciarse nada más. Y se vuelve a repetir la historia una vez más. Y solo basta un segundo desde que la ves para que tu cabeza empiece a mandar las órdenes al corazón… pero él siempre tan confuso, que solo le basta un segundo más para volverse a perder.