Que curioso e irónico ¿no? mil palabras para contarte, yo te las cuento, tal como lo siento, tal como salen de mi, te abro mi corazón en cada una de ellas, y tú... tú ni sabes de la existencia de este lugar. Son como palabras lanzadas al viento, pero que caen y se quedan en algún lugar donde tú no llegas alcanzarlas. O quizás pasas por su lado pero sin apenas darte cuenta en qué dirección van. Y te buscan a tí, sólo a tí.
Algún día he escrito sobre el miedo, otro sobre la inseguridad, otro sobre el arrepentimiento, en otro momento incluso me he atrevido a describir el odio, y en otros simplemente me he puesto a escribir sobre cualquier tema según mi estado de ánimo. Y si me pongo a pensarlo, descubro que tú estás justo en el centro de cada una de esas palabras. Que eres culpable de mis estados de ánimos, de mis subidas, de mis bajadas, de que un dia reboce de felicidad, y de que al siguiente esté perturbada por el miedo. Me siento como si estuviera aferrada a tí, como si fueras lo único que tengo, lo único que necesito y como si fueras mi único objetivo en la vida. Siento como si tuvieras la fuerza necesaria para poder invadir mis sentimientos y manejar mis capacidades, esas capacidades que ni yo misma soy capaz de controlar cuando tú estás. Siento como si no hubiera nada más, como si mi mundo encajara solamente en el espacio donde habita tu cuerpo, como si todo lo que llevo dentro necesitara vaciarlo en ti, como si mis manos me pesaran de aguantarse las caricias, como si tuviera mil palabras para decirte, mil palabras para contarte, y dos, sólo dos para susurrártelas al oido.
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