Un día cierras los ojos y te pones a pensar en el pasado, en los pasos
realizados en vano, en cada error cometido por no haber razonado a tiempo. Un
día cierras los ojos y te pones a pensar en los sueños, en los sueños lejanos,
en esos que nos falta la actitud y la perseverancia para alcanzarlos. Un día
cierra los ojos y te pones a pensar en la vida, en cómo hemos llegado hasta
aquí, en cómo hemos conseguido ser quienes somos, en si vamos por el camino
correcto, en si todo lo que vivimos es una estrategia del destino o simplemente
todo surge sin más. Un día cierras los ojos y crees que la vida te roba los
motivos para sonreír, para luchar, para seguir soñando. Un día cierras los ojos
y crees que la soledad es tu mejor aliada, tu mejor compañera, tu mejor amante.
Un día cierra los ojos y empiezas a plantearte si la vida realmente merece la
pena. Un día cierras los ojos y te das
cuenta de que tu vida solo es una marioneta manejada por cientos y cientos de
manos llevándote hacia un lado y hacia otro, por cientos y cientos de mentes
decidiendo por ti, condicionándote y haciéndote elegir lo que ni si quiera te
has parado a pensar. Un día cierras los ojos y empiezas a dudar de quien realmente
eres, empiezas a dudar de ti mismo y a darte cuenta de que tal vez eres solo un
objeto, un objeto más manipulado por esto que llamamos sociedad.
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