Hoy me puse delante del espejo, he cerrado los ojos durante
un par de segundos o tres, he respirado hondo, he vuelto a abrirlos y he visto
a alguien. Me he quedado varios segundos mirándola a los ojos y he visto en
ellos una luz la cual nunca antes había visto. He podido observar a una persona
muy diferente a la que se reflejaba hace unos años, e incluso a la de hace tan solo unos meses.
Un reflejo completamente distinto; el color, el resplandor, la nitidez, el
brillo, la luminosidad… un reflejo que, curiosamente, me refleja, que refleja
cómo me siento, como soy, que me refleja a mí, a mi persona, mi interior, mi
decisión, mi ganas, mi ilusión… Que refleja con gran nitidez mis ganas de
caminar, de pausar mis pasos y seguir caminando, recorrer, descubrir, respirar
y vivir cada instante. Un reflejo en el que puedo verme tal como soy, tal y
como he querido hacerlo desde hace tanto tiempo, verme y, al mismo tiempo,
aceptarme, valorarme y quererme. Un reflejo en el que me pasaría horas frente a
él, que no me canso de mirar. Un reflejo en el que me veo reflejada, en el que
veo reflejada mis alegrías, mis incertidumbres, mis curiosidades, mis miedos,
mis logros, mis decepciones, mis lecciones aprendidas y las que aún me quedan
por aprender, mis ganas de volver a sentir, de volver amar, mis temores… pero
que a pesar de todo, sabe mantenerse firme, con fuerza, con autoestima, y sobre
todo con la libertad de ser reflejado tal como yo quiero, tal como me siento y
tal como soy. Un reflejo en el que me veo reflejada, un reflejo que simplemente
soy yo, un reflejo que es mi reflejo.
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