Todo nace de la nada, incluso el más grande de los
sentimientos jamás experimentado dentro de ti. Hoy puede que no tengas nada, que no sientas nada, pero
es un buen momento para que algo empiece a nacer dentro de ti, quién sabe…
nunca se sabe. Para que haya algo, primero no tiene que estar, tiene que haber
vacío, un vacío preparado, que debe ser paciente, esperando que llegue… esperando que algo lo llene. Y todo es así…
todos estamos así. Todos, por muy poco o por muy mucho que tengamos, todos
tenemos un vacío (o debemos tenerlo), algunos más grandes, otros más pequeños,
pero siempre nos queda un huequecito, ese, el que esperamos que sea llenado por
sueños, ilusiones, promesas, personas, cariño, un beso,… Y de repente, nos
entra la impaciencia, nos entra el deseo inquietante y agonioso por querer
tenerlo todo, por creer que la felicidad consiste en poseer todo lo deseado,
todo lo que no tenemos y ansiamos. Y pienso yo, qué sería de nosotros sin
esos huecos vacíos, qué sería de nosotros si lo tuviéramos todo, qué sería de
nosotros si una vez que conseguimos algo que hemos deseado con todas nuestras
fuerzas no siguiésemos soñando con algo más, y después con algo más, y así
sucesivamente… Si estuviésemos plenos ¿qué sería de nosotros? ¿Qué sería de
nosotros si no tuviésemos que pronunciar en ningún momento de nuestra vida la
palabra necesito?
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