Cuánto significado puede tener un olor, diría que infinitos.
Una flor puede ser muy bella, la más bella de todas las flores, pero el olor la
define, el olor hace que la sujetes con la mano, la acerques a ti, y casi
rozando tu rostro percibas absolutamente todo de ella. Toda su grandeza. El olor es
la esencia.
Un olor que te haga regresar a un lugar, a un momento determinado
de tu vida que jamás olvidas, a recordar una persona especial. O un olor que te
haga suspirar, cerrar los ojos y soñar. Soñar que ese olor se impregna por cada
lugar donde pisas, que ese olor se convierte en rutina. Soñar que ese olor está
en tu colchón formando parte de ti, formando parte de tu día a día. Que ese
olor está en los besos, en un buenos días y acompañado de un café. Porque un
olor te puede hacer soñar, siendo lo definitivo para confirmar lo que realmente
sientes, y definiendo eso que trata de explicarte el corazón y que en ocasiones
se hace tan difícil de entender.
Un olor te puede hacer llorar, llorar de nostalgia, llorar
de emoción, llorar por querer dormirte cada noche abrazada a ese olor. Querer
que se embriague así cada parte de tu cuerpo. Un olor puede hacer, también, que
aparezca una sonrisa, que se erice la piel, que le provoque a tu corazón los
latidos más intensos. Un olor te puede volver hacer sentir, sentir que sigues
viva.
Echaba de menos el olor… ese olor a sentir.
Y tú... ¿lo hueles?
oooooooooooooooooooooooohhhhhhhhhhh
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