Aún me quedan los recuerdos,
Caricias y besos en cada sueño.
Aún me quedan lágrimas cada noche,
suspiros en cada despertar,
Aún me queda tu nombre,
tu nombre para en silencio pronunciar.
Aún me queda tu sonrisa,
y me queda tu mirada,
una que otra vez por semana.
Aún me queda un -hola, qué tal-
y el resto del día
para tus palabras recordar.
Aún me queda la agonía,
de tantas preguntas sin por qué,
Aún me quedas tú,
me quedas tú, aunque no estés.
domingo, 14 de diciembre de 2014
lunes, 17 de noviembre de 2014
sábado, 15 de noviembre de 2014
Me gustan :-)
Me gustan las personas que viven como si cada día fuese el último,
las personas sin complejos,
esas que sonríen al mirarse al espejo.
Me gustan las personas locas,
porque solo esas son las que arriesgan,
y son capaces de cumplir sus sueños.
Me gustan las personas que ayudan,
que lo hacen sin pedir nada a cambio, por vocación,
esas que llevan en la mirada la compasión.
Me gustan las personas que cometen errores,
que dieron todo creyendo que era la mejor opción,
pero supieron agarrar el error y convertirlo en lección.
Me gustan las personas que aprenden de los fracasos
y deciden continuar,
esperando una nueva ocasión,
buscando su nueva oportunidad.
Me gustan las personas soñadoras,
que no ponen límites al cielo, ni trabas a sus metas.
Me gusta encontrarme con esas personas,
dejar que me enseñen
y aprender de ellas.
las personas sin complejos,
esas que sonríen al mirarse al espejo.
Me gustan las personas locas,
porque solo esas son las que arriesgan,
y son capaces de cumplir sus sueños.
Me gustan las personas que ayudan,
que lo hacen sin pedir nada a cambio, por vocación,
esas que llevan en la mirada la compasión.
Me gustan las personas que cometen errores,
que dieron todo creyendo que era la mejor opción,
pero supieron agarrar el error y convertirlo en lección.
Me gustan las personas que aprenden de los fracasos
y deciden continuar,
esperando una nueva ocasión,
buscando su nueva oportunidad.
Me gustan las personas soñadoras,
que no ponen límites al cielo, ni trabas a sus metas.
Me gusta encontrarme con esas personas,
dejar que me enseñen
y aprender de ellas.
miércoles, 5 de noviembre de 2014
sábado, 18 de octubre de 2014
Enemigo imaginario
La palabra miedo a veces se queda
pequeña. La palabra miedo, en algunas ocasiones, no es comparable al monstruo
que te persigue, creando barreras casi indestructible y atrapándote completamente, haciéndote sentir inferior a
todo, te sientes tan pequeño y débil que
enfrentarte a él se convierte en una misión imposible.
El peor miedo que se puede llegar
a sentir es el propio miedo a enfrentarte a tus miedos. El miedo a creer que te
faltan las armas para destruir las barreras, y luego una vez rotas las
barreras, ir a por el monstruo y acabar completamente con él.
Y es que el miedo es ese enorme monstruo
que habita dentro de nosotros, invisible, y que, la mayoría de las veces, los
demás no logran ver ni entender, por eso solo uno mismo es el que tiene que
fabricar esas armas y producir la fuerza suficiente para enfrentarlo. Pero ¿qué
pasa cuando es a la hora de fabricar esas armas cuando aparece el miedo a enfrentarte al miedo? ¿Qué
pasa cuando decides acabar con él y aparece la inseguridad, la
inferioridad, la falta de valor,…?
El miedo nos persigue, nos
maneja, nos acorrala, nos acobarda, nos empequeñece, nos debilita, nos castiga,
nos frustra, nos hace fracasar. El miedo te come, te imposibilita, te paraliza,
te aísla, te condena. Pero debemos
recordar que el miedo y todo lo que nos hace sentir solo habita en nuestra
mente y que fuera de nuestra mente solo existe el tiempo y la oportunidad. Que el
miedo solo es ese enorme monstruo invisible, nuestro enemigo imaginario, y no
debemos dejar que lo que es producto de nuestra mente nos robe las
oportunidades de conseguir nuestros objetivos.
Por eso, lánzate, aunque el miedo
te acorrale, aunque te acobarde, aunque te sientas inferior, aunque te sientas
débil, aunque creas que vayas a fracasar. Lánzate y fracasa si es necesario. Fracasa
y vuelve a intentarlo. Porque será ahí, al volver a intentar, cuando conozcas y
poseas el VALOR, la única arma capaz de acabar con él.
jueves, 11 de septiembre de 2014
Un mundo lleno de antifaces
No es fácil quitarse un disfraz que te viene acompañando y
protegiendo desde el principio de tu vida, no es fácil, creedme. Quitarte ese
disfraz te produce miedo, mucho miedo. Miedo a la decepción, miedo al rechazo
social, miedo a las miradas, miedo a quedarte solo, miedo a tanto que prefieres
caminar por la vida con ese antifaz que preserva tu rostro y a la vez tus
sentimientos, pensamientos, ideologías, y completamente tu vida. Prácticamente
prefieres vivir una vida que realmente no es tu vida pero así siendo respetado,
antes que vivir tu vida y por ello cargar con los sinfines de desprecios por
parte de la sociedad en general. Es como mirar al futuro con lupa y verlo todo
a lo grande, aumentado, y eso asusta. Y es que como seres sociales y sociables que somos,
tenemos miedo a la soledad, miedo a decepcionar quizás, a la persona más
importante de nuestra vida, miedo a perder nuestro entorno.
Actualmente hay miles y miles de personas que cargan con
este miedo a sus espaldas, que viven una vida ocultando su identidad, algunas
por miedo al qué dirán o al rechazo, y otras pues simplemente porque en su país
es ilegal y te condenan a muerte o te encierran en la cárcel como si hubieses cometido un
crimen. Y es que actualmente ser homosexual
es ilegal en más de 80 países, es triste ¿no creen? Demasiado triste
que por el simple hecho de sentir y amar de una forma diferente y a la vez tan
normal, pierdas todos tus derechos como persona y tengas que vivir
constantemente con ese temor. Realmente me parece desconsolador que el mundo haya llegado
a una situación que sea tan difícil de cambiar, que la gente sea incapaz de
abrir la mente y se empiece a respetar y a aceptar como normal no solo lo
común, sino también lo que no se ve a diario o en tu alrededor.
Dicen que estamos en época de cambios, y en parte es verdad.
A fecha de hoy podemos decir que muchos países están legalizando el matrimonio
entre personas del mismo sexo, y se (nos) está dando el derecho a vivir y
compartir una vida con la persona que amamos al igual que lo hace cualquier persona
que decide compartir su vida con una persona del sexo opuesto al suyo. Eso es
algo importante, pero a la vez se queda pequeño en comparación con lo que queda
aún por avanzar. Cómo por ejemplo, el tema de las etiquetas. La gran mayoría de
la gente cuando ven a dos personas del mismo sexo de la mano por la calle lo
primero que piensan es que son homosexuales, lo piensan, les llama la atención, la
vista se les va hacia esas personas inevitablemente, y hasta te puede parecer ilógico no
pensarlo, pero ¿te has parado a pensar lo que pueden sentir esas dos personas? No
es fácil, no es fácil ir con tu pareja por la calle y que la gente te miren,
observen, comenten… haciendo esto hacerte sentir diferente. Y si te paras a
pensarlo, hasta es "normal" que pase, porque esto es como la pescadilla que se
muerde la cola. Si la gente sigue con el miedo a “salir del armario” (que esto
no es más que mostrar su amor en público al igual que lo hace cualquier persona
heterosexual), no hay visibilidad; la sociedad no lo ve, por lo que si la
sociedad no lo ve lo convierte automáticamente en algo anormal, diferente,
raro, algo a lo que señalar con el dedo. Es ahí donde se le da tanta
importancia al tema de la visibilidad. Que no se trata de ir con un letrero en
la frente que diga “soy gay” o “soy lesbiana”, porque ahí ya entraríamos en
temas de etiquetas, y no se trata de etiquetar, se trata de
hacer lo que te apetezca, donde te apetezca y con quien te apetezca, sin miedo
a lo que pueda pensar los demás, que la visibilidad se basa, por ejemplo, en el
simple hecho de darle un beso a tu pareja en la calle o ir de la mano, que el
primer día y el segundo te sentirás observado u observada, te dolerá las
miradas, los comentarios, etc., pero el tercero te empezarás a dar cuenta que
ese es el paso más importante para que esas miradas la próxima vez que vean una
situación parecida le resultará un poco más común y por lo tanto más normal y que
está en nuestras manos el comienzo del cambio y de abrir las mentes.
Yo escribo esto por y para todas esas personas que viven una
doble vida, que se quedan para su interior algo tan bonito como es amar, que
viven y reviven el miedo cada día por culpa de unos padres que no saben que sus
hijos están comidos por el temor a su homofobia, por todos esos niños y niñas y adolescentes
que sufren rechazos homófobos cada día en el colegio y cada mañana se
despiertan con terror en los ojos, por todas esas personas que fueron víctimas
de la homofobia y decidieron huir de esto quitándose la vida por no ver otra escapatoria.
Yo escribo esto porque me repatea que la gente diga que lo
aceptan, que cada uno es libre, pero a la hora de la verdad los comentarios y
las miradas sigan ahí. Y es que no solo
se trata de aceptar, se trata de que a nadie se le quite el derecho a amar sin
miedos. Y se trata de que todos empecemos a aplicarle a la vida esa palabra de
la que tanto se habla, pero pocas veces está presente. Respeto.
Y es que se ve claro que esta sociedad en la que vivimos necesita un choque, necesita ver, necesita experimentar
un cambio, necesita olvidar la palabra normal y la palabra diferente, porque
todos tenemos diferencias que son las que nos hacen ser únicos y a la vez iguales.
Yo esta vez escribo por un mundo libre, sin miedos, por un mundo a la vista sin homofobia.
Yo esta vez escribo por un mundo sin antifaces que hoy guardan lo que tantas miradas quieren gritar.
miércoles, 10 de septiembre de 2014
Quiero creer que estás para mí.
Quiero tender mi mano hacia ti,
olvidarme de la realidad y
pensar que se puede.
Quiero que mi instinto te atrape, te provoque
y comience a
desnudarte el alma.
Quiero tender mis dedos,
que me acerques tu mano y que ahí
se pare el tiempo
para disfrutar de la magia,
del escalofrío, del sentir
querer,
de la ansiedad por descubrir.
Quiero olvidarme que existe el miedo,
que
existe el tiempo, el espacio,
y que nada nos separa.
Quiero que seas mi
huella,
mi puerta abierta,
mi tesón,
mi fuerza,
mi inquietud y a la vez mi
tranquilidad.
Quiero que mi conciencia no deje nunca de engañarme,
quiero creer que estás para mí.
quiero creer que estás para mí.
viernes, 5 de septiembre de 2014
Personas de un hola y adiós
Cuando la inspiración me llama empiezo a preocuparme, o incluso más cuando
salgo a la calle buscando encontrarme con una mirada. Es difícil de entender la
mayoría de las veces por qué se repite de nuevo la misma historia, por qué no
somos capaces de aprender la lección de ayer. Y es que nuestra cabeza está a
tantos kilómetros de nuestro corazón que apenas son capaces de tomar una
decisión entre ambos. Nuestra cabeza aprende las lecciones, e intenta enseñárselas
al corazón, pero éste con tantas lecciones a distancia termina confuso y
perdiéndose. Y es que, ¿cuántas veces se han cruzado por mi vida personas que
no son nadie y lo terminan siendo todo? Personas de un hola y adiós que
terminan siendo parte de un pasado sin recuerdos, sin un olor que defina lo que
te hizo sentir. Personas de paso, de roces sin a conciencia, de sonrisas
inocentes que no buscan nada y acaban siendo cómplices de un sueño, de silueta
puesta a contraluz donde apenas puede apreciarse nada más. Y se vuelve a
repetir la historia una vez más. Y solo basta un segundo desde que la ves para
que tu cabeza empiece a mandar las órdenes al corazón… pero él siempre tan
confuso, que solo le basta un segundo más para volverse a perder.
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