Pensé en volverte a escribir, en volver a describir lo que
siento al verte en mi pensamiento, al no encontrarte ya en mis sueños, al mirar
por todas partes y no verte, ni siquiera en los rincones del olvido. Pensé, de
nuevo, en volver a buscarte, en intentar encontrarte, y así calmar mi sed y mis ganas de ti, en
volver a imaginar tus delicados labios frente a los míos, en recordar tu voz… tu voz…
En creer que me esperas, en que te sigo esperando. En creer que me
descubrirás, sí, que tarde o temprano lo harás, y que verás en mí lo que un día,
lo que ese día, yo vi en ti. Pensé en volverte a escribir, y sin apenas darme
cuenta, mira, vuelvo hacerlo, vuelvo a escribirte... Pensé en tantas cosas, que
sin apenas darme cuenta, ya ves, vuelvo hacerlas… vuelvo a pensarte, vuelvo a imaginarte, vuelvo
a soñarte. Y así, sin apenas darme cuenta, empiezo a creer que todo vuelve a
girar en torno a ti.
Pensé, también, en no volver hacerlo, en no volverte a
escribir, que indudablemente ésta será la última vez, pero que curioso, no me
atrevo a prometer, no me gusta dejar promesas incumplidas, desde luego que no. Pensé
en no volverte a escribir, en no volver a dejar en el aire palabras llenas de
esperanzas y a la vez llenas de tanto dolor, palabras que sangran cada letra
que escribo, palabras que cada acento lleva parte de ti. Pensé en no volver a escribir
palabras que te pertenecen, que llevan tu nombre, tus apellidos, que llevan tu esencia, que
llevan gran parte del dulzor de tu sonrisa, que llevan la total transparencia de tu
humilde mirada, palabras que son tuyas, únicamente tuyas. Pensé en no volverte
a escribir, pero no me atrevo a prometer, prefiero
dejarlo así, prefiero dejar este texto sin punto final