domingo, 11 de agosto de 2013

Sin punto final



Pensé en volverte a escribir, en volver a describir lo que siento al verte en mi pensamiento, al no encontrarte ya en mis sueños, al mirar por todas partes y no verte, ni siquiera en los rincones del olvido. Pensé, de nuevo, en volver a buscarte, en intentar encontrarte,  y así calmar mi sed y mis ganas de ti, en volver a imaginar tus delicados labios frente a los míos, en recordar tu voz…  tu voz…  En creer que me esperas, en que te sigo esperando. En creer que me descubrirás, sí, que tarde o temprano lo harás, y que verás en mí lo que un día, lo que ese día, yo vi en ti. Pensé en volverte a escribir, y sin apenas darme cuenta, mira, vuelvo hacerlo, vuelvo a escribirte... Pensé en tantas cosas, que sin apenas darme cuenta, ya ves, vuelvo hacerlas…  vuelvo a pensarte, vuelvo a imaginarte, vuelvo a soñarte. Y así, sin apenas darme cuenta, empiezo a creer que todo vuelve a girar en torno a ti. 

Pensé, también, en no volver hacerlo, en no volverte a escribir, que indudablemente ésta será la última vez, pero que curioso, no me atrevo a prometer, no me gusta dejar promesas incumplidas, desde luego que no. Pensé en no volverte a escribir, en no volver a dejar en el aire palabras llenas de esperanzas y a la vez llenas de tanto dolor, palabras que sangran cada letra que escribo, palabras que cada acento lleva parte de ti. Pensé en no volver a escribir palabras que te pertenecen, que llevan tu nombre, tus apellidos, que llevan tu esencia, que llevan gran parte del dulzor de tu sonrisa, que llevan la total transparencia de tu humilde mirada, palabras que son tuyas, únicamente tuyas. Pensé en no volverte a escribir, pero no me atrevo a prometer, prefiero dejarlo así, prefiero dejar este texto sin punto final

sábado, 10 de agosto de 2013

Huecos vacíos.





Todo nace de la nada, incluso el más grande de los sentimientos jamás experimentado dentro de ti. Hoy puede  que no tengas nada, que no sientas nada, pero es un buen momento para que algo empiece a nacer dentro de ti, quién sabe… nunca se sabe. Para que haya algo, primero no tiene que estar, tiene que haber vacío, un vacío preparado, que debe ser paciente, esperando que llegue…  esperando que algo lo llene. Y todo es así… todos estamos así. Todos, por muy poco o por muy mucho que tengamos, todos tenemos un vacío (o debemos tenerlo), algunos más grandes, otros más pequeños, pero siempre nos queda un huequecito, ese, el que esperamos que sea llenado por sueños, ilusiones, promesas, personas, cariño, un beso,… Y de repente, nos entra la impaciencia, nos entra el deseo inquietante y agonioso por querer tenerlo todo, por creer que la felicidad consiste en poseer todo lo deseado, todo lo que no tenemos y ansiamos.  Y pienso yo, qué sería de nosotros sin esos huecos vacíos, qué sería de nosotros si lo tuviéramos todo, qué sería de nosotros si una vez que conseguimos algo que hemos deseado con todas nuestras fuerzas no siguiésemos soñando con algo más, y después con algo más, y así sucesivamente… Si estuviésemos plenos ¿qué sería de nosotros? ¿Qué sería de nosotros si no tuviésemos que pronunciar en ningún momento de nuestra vida la palabra necesito?

viernes, 9 de agosto de 2013

Mi reflejo.





Hoy me puse delante del espejo, he cerrado los ojos durante un par de segundos o tres, he respirado hondo, he vuelto a abrirlos y he visto a alguien. Me he quedado varios segundos mirándola a los ojos y he visto en ellos una luz la cual nunca antes había visto. He podido observar a una persona muy diferente a la que se reflejaba hace unos años, e incluso a la de hace tan solo unos meses. Un reflejo completamente distinto; el color, el resplandor, la nitidez, el brillo, la luminosidad… un reflejo que, curiosamente, me refleja, que refleja cómo me siento, como soy, que me refleja a mí, a mi persona, mi interior, mi decisión, mi ganas, mi ilusión… Que refleja con gran nitidez mis ganas de caminar, de pausar mis pasos y seguir caminando, recorrer, descubrir, respirar y vivir cada instante. Un reflejo en el que puedo verme tal como soy, tal y como he querido hacerlo desde hace tanto tiempo, verme y, al mismo tiempo, aceptarme, valorarme y quererme. Un reflejo en el que me pasaría horas frente a él, que no me canso de mirar. Un reflejo en el que me veo reflejada, en el que veo reflejada mis alegrías, mis incertidumbres, mis curiosidades, mis miedos, mis logros, mis decepciones, mis lecciones aprendidas y las que aún me quedan por aprender, mis ganas de volver a sentir, de volver amar, mis temores… pero que a pesar de todo, sabe mantenerse firme, con fuerza, con autoestima, y sobre todo con la libertad de ser reflejado tal como yo quiero, tal como me siento y tal como soy. Un reflejo en el que me veo reflejada, un reflejo que simplemente soy yo, un reflejo que es mi reflejo.