Necesito escribir, tantas veces como pienso en ti, tantas
veces como tantas caricias quisiera darte. Necesito escribir, al igual que
necesito colmarte de besos la espalda. Necesito escribir, pero mi cabeza solo
tiene hueco para ti, ni siquiera deja uno pequeño para las mil y una cosas
pendientes por hacer. Necesito escribir, y ni una palabra logra pasar por mi
mente para así expulsar todo lo que se va colmando en mi interior, ni si quiera
una palabra para describir los suspiros de cada mañana al abrir mis ojos y comprobar
que tú eres el primer pensamiento de todas y cada una de ellas, incluso antes,
mucho antes de que se cuele el primer rayo de sol por los huecos de mi persiana.
Eres como ese primer rayo de sol de las mañanas, capaz de iluminar mi despertar
y hacerme saber que aún me mantengo con vida, y que soy capaz de sonreír por el
simple hecho de saber que existes, que estás a tanta distancia de mí, casi
imposible de alcanzar y aún así tener la capacidad de ir colándote por cada rincón
de mi ser e iluminarme, a mí e iluminar mis pasos… porque así, en la distancia,
a casi años luz de mi, iluminas y le das vida a cada paso que doy.
Y es que lo necesito, lo necesito cada día, escribiría cada
sueño, cada pensamiento, cada vez que te cuelas sin permiso bajo mis sábanas, cada
vez que pronuncio tu nombre con la necesidad de una respuesta, con la necesidad
de oír tu voz susurrándome cualquier cosa que se te ocurre, qué más da el qué,
pero oírte, oír tu voz, calmada, paciente, tranquilizando mi inquietud de tanto
anhelarte. Y escribiría, y escribiría… y
dejaría grabado en un papel cada huella que dejas en mí, cada vez que le lanzo
al vacío una sonrisa sin un motivo coherente, sin un porqué, sin un motivo
fuera de mi mente, sin una realidad.
Pero escribiría, y escribiría… si me
dejaras, escribiría, si no me aturdieras, escribiría, si dejaras de descomponer
mi alma, escribiría, y así lo haría, cada día.