Aprendí a valorar los momentos,
A caminar sin detenerme.
Aprendí a comprender que nada en esta vida pasa por nada,
Que cada situación te pone a prueba para darte cuenta que todo es cuestión de querer seguir avanzando.
Aprendí a valorarme a mí también,
A saber que el amor de verdad, es mirarte al espejo y sonreir por ver que aún sigues aquí,
Que eres eso que tanto has soñado ser.
Aprendí a no mirar atrás por mirar,
A no llorar por lo pasado y sonreir por lo presente.
Que el futuro nunca llega y que cada minuto es hoy.
Aprendí que el significado de la palabra amistad es el sentido que le quieras dar,
Y que más que la amistad, lo que existen son las personas que te aceptan tal como eres
Con tus defectos y tus virtudes
Con tus más y tus menos
Pero que a pesar de todo están ahí
Y tú también para ellas.
Aprendí a sentirme yo misma con las personas que de verdad me importan
Y a las que me demuestran que yo también les importo.
Aprendí a querer
Aprendí a no querer olvidar
Y que es mejor aprender de lo vivido.
Aprendí de ti,
Y sí, también de mí
Y de esa persona que se cruza por tu camino para intentar hundirte.
También aprendí a no odiarle,
Que el odio arrebata por completo tu alma
Que debilita tus ganas de seguir por y para ti
Y que nadie es feliz agarrado al rencor.
Todo esto me enseñó a ser fuerte
A comprender que el sentido de la vida está en no querer aparentar lo que no eres
En dejar mostrar tu esencia a los demás
Y que estamos aqui para vivir, para sentir,
Y sobre todo para dejarse llevar por cada cosa que te pase.
Para no agarrarte a lo que quieres
Y mejor soltarte de aquello que no te llevará a ninguna parte.
Dicen vivir, amar la vida, respetar el mundo, conquistar almas,
dicen saber también dónde está la felicidad.
Dicen conocer la realidad.
Y digo yo, ¿cuál es la realidad cuando te encuentras rodeado de un muro enorme con una puerta camuflada sin cerrojo?
Y se mienten a si mismos creyéndose ser el centro del universo,
desde ese lugar claustrofóbico.
Un diminuto lugar.
Un lugar donde solo domina el poder,
donde el poder se transforma en odio,
donde el odio se convierte en destrucción, en masacre, en sangre.
Donde millones de personas y animales mueren a conveniencia, interés y beneficio de todos y cada uno de los que viven ahí.
Y nadie se preocupa por nada,
ni por encontrar esa puerta camuflada que te conduce a la verdad,
al camino de la verdadera felicidad.
A conocer la compasión, a un lugar de paz, de tranquilidad.
Dónde todos somos uno, ni menos ni más.
Donde el poder se convierte en ayuda, en auxilio, en protección, en determinar la verdadera justicia.
Donde en tu alma ya no hay sitio para el odio.
Donde el sentido de la vida lo encuentras en cada uno de los seres que habita en el mundo.
Tarde
o temprano llega ese momento en que decides tomar la decisión que
llevas planteándote de hace tanto tiempo. Y comienzas a buscar esa
puerta. Todo parece tan difícil, todo te lo pintan tan complicado que
dar el primer paso parece que es cuando el mundo se te caerá encima y
tendrás que volver a dar pasos atrás.
Pero yo siempre he intentado ser fiel a mis ideas.
Cuando
a todo el mundo desde fuera se les hace tan complicado entenderte e
intentan cambiarte esos pensamientos que dicen no llevarte a ningún
lado, no hay nada mejor que dejar de escuchar y seguir fielmente a ti.
Porque, ¿qué sería de nosotros si hasta uno mismo nos fuésemos infieles el resto de nuestra vida?
Para mí esa sería la verdadera traición.
Y seguir buscando, seguir adelante hacia tu meta es seguir siéndote fiel,
aun cuando los demás intenten detenerte.